viernes, 28 de junio de 2013

Las ilusiones multisensoriales: cómo nos engaña nuestra imaginación - ABC.es

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Ciencia / neurociencia

Las ilusiones multisensoriales: cómo nos engaña nuestra imaginación

Día 28/06/2013 - 10.31h

Con tan solo imaginar un sonido, por ejemplo, podemos cambiar la percepción del mundo real, hasta creer que vemos cosas que en realidad no ocurren

Las ilusiones multisensoriales: cómo nos engaña nuestra imaginación
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¿Se ha puesto alguna vez las gafas para tratar de oír mejor? Tranquilo, lo que pudiera parecer un gesto absurdo puede reflejar bastante fielmente lo que ocurre en nuestro cerebro cuando percibimos nuestro entorno. De hecho, lo que vemos influye sobre lo que oímos y ver a la persona que nos habla al parecer “mejora” la calidad del sonido que percibimos hasta en 15 decibelios. Y es que la integración de las distintas modalidades sensoriales (vista, oído, tacto) es algo habitual que puede mejorar la detección y discriminación de lo que ocurre alrededor. Pero también puede conducir a distorsiones, como en el caso de ilusiones multisensoriales, como resalta una investigación del Instituto Karolinska liderada por Henrik Ehrsson, que se publica en el último número de “Current Biology”.
 
Y no sólo lo que vemos puede confundir al cerebro, sorprendentemente también lo que imaginamos puede darnos una visión un tanto sesgada de la realidad. Eso es precisamente lo que demuestran los investigadores suecos modificando tres conocidas ilusiones preceptuales: las denominadas del ventrílocuo, de McGurk y de cruce-rebote, en las que la información sensorial procedente de un sentido cambia o distorsiona la percepción de otro sentido.
 
Los investigadores reclutaron a 96 voluntarios en total, que participaron en tres experimentos. El primero era una variación de la ilusión de cruce-rebote. Este experimento, diseñado en la década de los setenta, muestra dos discos que se aproximan en aspa hasta el centro de la imagen, y después se separan. Cuando se ve la imagen sin ningún sonido, se percibe que los objetos se cruzan y cada uno sigue su trayectoria en diagonal hasta alcanzar la esquina opuesta desde la que partió. Pero si en el momento en que coinciden se escucha un “clic”, el cerebro interpreta que los discos chocan y vemos que salen rebotados. En este caso, lo que oímos condiciona lo que vemos. Y los investigadores de Estocolmo demuestran que no hace falta oír el sonido para experimentar la ilusión de rebote, basta con imaginarlo. El resultado es el mismo.
 
El segundo experimento, la ilusión del ventrílocuo, la experimentamos todos a diario cuando estamos en el cine o vemos la televisión: la imagen proviene de la pantalla situada frente a nosotros, pero los sonidos nos llegan desde los altavoces colocados a ambos lados. Sin embargo, lo que percibimos es que la imagen y el sonido provienen del mismo lugar, porque el movimiento de la boca de los personajes de la televisión con lo que estamos escuchando.
 
En definitiva, la vista nos lleva a localizar erróneamente en su posición visual aparente (la pantalla), los sonidos que escuchamos en los altavoces. Pero basta con la imaginación para producir el mismo efecto. En un versión modificada de la ilusión del ventrílocuo, en la que aparecían originalmente círculos que se asocian a sonidos, los investigadores del instituto Karolinska consiguieron el mismo engaño por parte del cerebro pidiendo a los voluntarios que imaginaran un círculo blanco, al tiempo que realmente oían un sonido. Y como en el experimento original, percibieron el sonido como procedente de lugar donde imaginaban el disco.

Esquizofrenia

Aún utilizaron un tercer experimento para enfatizar aún más el poder de la imaginación para hacernos percibir cosas que en realidad no existen. En este caso, los participantes lograron escuchar algo distinto de lo que estaba en realidad diciendo una persona, únicamente imaginando un sonido diferente, Se trata de una variación de la ilusión de McGurk.
 
"A menudo pensamos en las cosas que imaginamos y lo que percibimos como claramente disociables", señala Christopher Berger, estudiante de doctorado en el Departamento de Neurociencia y autor principal del estudio. "Sin embargo, lo que demuestra este estudio es que imaginar un sonido o una forma cambia cómo percibimos lo que nos rodea, de la misma manera que si realmente escucháramos ese sonido o viéramos la forma. Específicamente, encontramos que lo que habíamos imaginado oír puede cambiar lo que realmente vemos, y lo que nos imaginamos ver pueden cambiar lo que escuchamos realmente."
 
Se trata de un paso más en una cuestión clásica en Psicología y Neurociencia que intenta comprender cómo nuestro cerebro integra la información procedente de los diferentes sentidos. Y lo que podría parecer una mera curiosidad puede ser útil en la comprensión de los mecanismos por los que el cerebro no distingue entre pensamiento y realidad en ciertos trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia. También podría beneficiarse de este estudio la investigación sobre interfaces ordenador-cerebro, donde el pensamiento de las personas que tienen paralizada alguna parte de su cuerpo se utiliza para controlar dispositivos virtuales y artificiales.
 
"Esta es la primera serie de experimentos para establecer definitivamente que las señales sensoriales generadas en la imaginación son lo suficientemente fuertes como para cambiar la percepción de mundo real a través de una modalidad sensorial diferente", concluye el profesor Henrik Ehrsson, investigador principal del estudio.
 
Así que la próxima vez que sienta la tentación de ponerse las gafas para oír mejor, no se esfuerce en alcanzarlas, pruebe a imaginar que ya se las ha puesto. Tal vez funcione.

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