lunes, 2 de julio de 2012

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02 JUL 12 | El llanto del bebé y la lengua materna
La importancia del acento

Los patrones de entonación de la lengua materna se graban antes de nacer.

Molienda de ideas
 
Por Gonzalo Casino
Para quien crea que el acento ortográfico (tilde) es un problema complicado, que se pare un momento a considerar algunos de los múltiples desafíos que plantea el acento fonético: ¿Cómo se desarrolla el acento con el que hablamos? ¿Por qué es tan importante para la comprensión? ¿Hasta qué punto es una seña de identidad? ¿Depende la credibilidad de una persona de su acento? ¿Qué información nos aporta un determinado acento?

El rostro de una persona nos ofrece mucha información. Nos indica no sólo su edad aproximada, sino también nos da pistas sobre su etnia, su personalidad, su estado de ánimo, sus intenciones. Aunque mucho menos estudiado, el acento de una persona puede aportar tanta o más información. Cada grupo social presenta unas singularidades fonéticas, rítmicas y melódicas en el habla, y cada persona tiene unas peculiaridades individuales que permiten identificarla por su forma de hablar. El acento es un ingrediente básico de la identidad personal y colectiva, al que sin embargo no es fácil meterle el diente científico.

Los patrones de entonación de la lengua materna ya están grabados en el cerebro de los niños de cuatro meses. Ahora se piensa que la adquisición del acento se inicia incluso antes de nacer. Un estudio publicado en la revista científica Current Biology el 5 de noviembre de 2009 (Newborns’ Cry Melody Is Shaped by Their Native Language), ha mostrado que en los primeros días de vida los bebés franceses y alemanes ya presentan una entonación diferente cuando lloran.  Los hijos de madres francesas acentúan sus llantos al final mientras que los de madres alemanas lo hacen al principio, en consonancia con los patrones de entonación característicos de estas dos lenguas.
El sentido del oído es el primero que se desarrolla y se sospecha que los fetos humanos son unos oyentes muy activos durante el tercer trimestre de la gestación. Aunque atenuados por el líquido amniótico, las conversaciones de la madre llegan al oído del feto, que empezaría a modelar en su cerebro la entonación característica de cada lengua. Al nacer, los bebés ya se quejan en su lengua materna.

La vida y la experiencia de cada persona van modulando el acento propio de la lengua materna, pero hay un sustrato difícil de cambiar. Excepto en algunos casos sorprendentes. En 1947, una mujer noruega fue alcanzada por un proyectil nazi y tras recuperarse de las heridas empezó a hablar con un marcado acento alemán. Este caso, que provocó en la víctima un fuerte rechazo social, es similar al de una mujer estadounidense que empezó a hablar inglés con acento chino y al de otro compatriota que se puso a hablar de repente con acento británico. En España, hace unos años trascendió que una mujer de Castellón empezó a hablar español con acento francés.

En todo el mundo hay documentados solo unas decenas de casos de lo que se ha dado en llamar el síndrome de acento extranjero, un raro cuadro clínico del que se sabe apenas se sabe que los afectados han sufrido previamente una lesión o traumatismo cerebral. Este síndrome ilustra hasta qué punto las bases neurofisiológicas del acento fonético están lejos de ser debidamente entendidas. Como tampoco lo están sus implicaciones con el aprendizaje de una lengua, con la identidad y otras muchas custiones.

Foto: Espectogramas de los típicos llantos de un recién nacido francés y otro alemán. / Current Biology

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