SOCIEDAD | Un mal vigente tras más de 20 años
Vidas agrietadas por la aluminosis
Abel, uno de los afectados, junto a un bloque apuntalado. | Fotos: J. Soteras
- Más de 200 pisos afectados deben ser derribados todavía en Barcelona
- Otros 1.800 están pendientes de una rehabilitación para salvar su estructura
Abel habita en un bloque enfermo desde 1980, Rosalía desde 1963. Hace 22 años que saben que así es, desde 1990, cuando la muerte de Ana tras el desplome de parte de su edificio, sito en el barrio del Turó de la Peira, hizo aflorar un mal, el de la aluminosis, que acabó diagnosticándose a más de 12.000 pisos en toda Barcelona. Los de Abel y Rosalía estaban entre ellos. El de él en lo alto de la ciudad, en el barrio de Trinitat Nova; el de ella en su falda, junto al mar, en el Besòs. Dos estructuras gemelas sobre las que estos vecinos malviven todavía con el temor de acabar bajo ellas.
Tanto uno como otro dieron con sus huesos en bloques levantados por el Patronato Muncipal de la Vivienda en la época del alcalde franquista Porcioles. La mala calidad del material utilizado, del llamado cemento aluminoso, hizo estragos en estos edificios con habitáculos de apenas 45 metros cuadrados y escasísima ventilación. La humedad acabó por corroer los cimientos dañando algunos bloques de muerte y obligando a una rehabilitación profunda del resto para mantenerlos en pie.
Rosalía forma parte del segundo de estos grupos. Llegó al conocido entonces como Poblado Sudoeste del Besòs desde el vecino barrio del Poblenou. Tenía 15 años cuando recaló en la calle Catània, en la que todavía, con 64, sigue pasando sus días. Se instaló en la vivienda de sus suegros y el que sería su marido, llegados desde otro poblado, éste chabolista, el del Camp de la Bota. Otros lo hicieron desde el del Somorrostro o la Perona. "Nadie tenía recursos. Imagínate que hasta Cáritas tuvo que adelantarnos las 5.000 pesetas de entrada para comprar los pisos".
La situación no ha cambiado demasiado en ese aspecto y el nivel de renta de la zona incluso se ha precipitado, ésa es una de las razones por las que todavía no se han rehabilitado 982 viviendas de las 3.100 que se determinó que requerían de una restauración inexcusable. La Generalitat hace frente al 60% del gasto, el Ayuntamiento al 25% y los propietarios deben asumir el 15% restante. Esta cantidad supone unos 2.000 euros, cifra inasumible para muchos en el Besòs.
"Hubo un momento en que decíamos 'dejo de pintar para ver si se cae, sin que mate a nadie, pero que se caiga"
La Administración pagará por los más pobres
Esta situación se repite en el otro barrio que acumula rehabilitaciones pendientes, el Turó de la Peira, donde también había más de 3.000 pisos por remodelar y 877 siguen esperando, según datos de Regesa, la empresa pública encargada de las obras. En total, Barcelona contiene, pues, unas 1.800 viviendas diagnosticadas de aluminosis que requieren de una reparación vital desde hace dos décadas. En el caso del Besòs, se ha abierto una vía para solventar la parálisis en la que se encontraba el proceso desde que la falta de liquidez de la Generalitat provocase que desde el pasado año las obras se estancasen, como reconoce el delegado del Ayuntamiento en el Consorci de l'Habitatge de Barcelona, Antoni Sorolla, que precisa que el Consistorio dejó de avanzar dinero después de comprobar cómo durante "cuatro o cinco meses" la Generalitat no había cumplido con su aportación. La situación se ha desencallado, tras la presión de la oposición liderada por el PSC y de la asociación vecinal, y la Generalitat se ha comprometido a retomar su contribución. No obstante, se ha alcanzado un acuerdo más importante, si cabe: que la Administración asuma el 15% del gasto de aquellas familias incapaces de pagar la reforma. No será una financiación a fondo perdido, sino una aportación a devolver en caso de transmisión del piso y sólo podrán beneficiarse los que perciban una renta inferior a dos veces el IPREM -el índice de referencia para calcular la concesión de ayudas, que es de 6.390 euros anuales. El mecanismo empezará a aplicarse este mismo año en cuatro fincas en las que la mayoría de los 24 vecinos que componen cada edificio, pero no todos, habían reunido su parte de la derrama. El compromiso es que se haga extensivo al resto."Siempre hay riesgos, aunque no como para que mañana se pueda caer un edificio. Otra cosa es que no se den las condiciones mínimas para vivir"
Trinitat, el último barrio con pisos heridos de muerte
Lo mismo le ocurre a Abel, con el matiz capital de que su piso sí fue catalogado entre los que deben besar el suelo. Como él, otros 230 vecinos de Trinitat Nova siguen viviendo en edificaciones que tienen que ser derribadas, según el Ayuntamiento. Son los únicos tan afectados que siguen pendientes de sustituir en toda la ciudad. Otros 3.500, aproximadamente, ya se han reemplazado. El delegado municipal en el Consorcio de Vivienda admite la responsabilidad administrativa en la dilación de las obras, pero la justifica por la dificultad de abordar una "reforma integral" como la que necesitaba el barrio y descarta un posible derrumbe: "Siempre hay riesgos, aunque no como para que mañana se pueda caer un edificio. Otra cosa es que no se den las condiciones mínimas para vivir".El ansia de la vecindad por finiquitar el plan de remodelación que ya ha proporcionado nuevo hogar a 530 personas en Trinitat es tanta que rebaja los cálculos iniciales del Ayuntamiento. El presidente de la asociación de vecinos, Dado Rebollo, estima que después del traslado de unos 80 a otros barrios y los fallecimientos de muchos durante la espera, 113 pisos serían suficientes para realojar a todos, por lo que pide priorizar dos de los tres edificios pendientes de levantar. "Ahora somos unos 130 pero, cuando se acabaran, en los 113 ya cabríamos todos", se resigna Rebolo, calculando los decesos y traslados que pueden darse en los tres años que, como mínimo, faltan para ver culminado su calvario. Las obras deberían haberse finalizado en 2008 con lo que, de cumplirse las previsiones, la demora sería de siete.
"Aquí no se está decidiendo el color de la escalera. Esto es aluminosis y está en juego la seguridad de los vecinos"
No hay más que recorrer sus calles ancladas en esos años 50 en los que fueron concebidas par dar fe de su advertencia. En uno de sus recovecos, en un tercero del número 19 de la calle Sagaró resiste Abel con su mujer e hija y con el compromiso firme de no invertir un euro más en seguir manteniendo la dignidad de su domicilio. Tras dos importanes reformas pagadas de su bolsillo, sólo espera abandonar "la angustia que provoca comprobar que la grieta del tejado crece y crece", sólo espera que se cumpla el último plazo previsto. "No es que confíe en ello, es que es un acuerdo que deben consumar, para eso está la Administración". Desde el otro extremo de la ciudad, Rosalía sigue comprobando la solidez de sus vigas y Fèlix Rodríguez recuerda: "Aquí no se está decidiendo el color de la escalera o los buzones. Esto es aluminosis y está en juego la seguridad de los vecinos".
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